Franklin D. Roosevelt. Una historia de liderazgo

Por | abril 12, 2024

En tiempos de paz, los líderes del mundo suelen reunirse para tratar los asuntos de Estado, resolver disputas o llegar a acuerdos. Cuando suenan los tambores de guerra, las reuniones desaparecen. En ambas circunstancias, siempre prevalece una fotografía que enmarca e inmortaliza el momento. Quizás, una de las fotografías más icónicas de estos grandes encuentros fueron protagonizadas por tres personajes que vivieron una época de definiciones: Joseph Stalin, Winston Churchill y Franklin D. Roosevelt.

Conferencia de Teherán. Stalin, Roosevelt, Churchill

Franklin Roosevelt, de Hyde Park

Roosevelt tuvo una infancia acomodada gracias a los negocios familiares; su padre, James Roosevelt, fue vicepresidente del ferrocarril de Delaware y Hudson. La familia Roosevelt, de Hyde Park, e identificada con la corriente demócrata estaba emparentada con los Roosevelt de Oyster Bay, de orientación republicana; de ahí el parentesco con el presidente Theodore Roosevelt, su primo.

La familia influyó en la definición del futuro político de FDR: tras concluir su educación básica, ingresó a la Universidad de Harvard y posteriormente a la Facultad de Derecho de Columbia.

Inicios en la política

Conocido también por las iniciales FDR, arribó a la política como senador por el estado de Nueva York en 1910, de la mano del Partido Demócrata. Su desempeño en el poder legislativo le dio los puntos necesarios para que, durante la administración de Woodrow Wilson, fuera designado como secretario adjunto de la marina, en 1912 y con la Primera Guerra Mundial en puerta.

Su ingreso a la política lo llevó a ser testigo en primera línea de una serie de eventos que marcaron la historia estadounidense del siglo XX, y que tuvieron repercusión en el plano internacional.

En medio de ese despegue político, Roosevelt contrajo poliomelitis en el verano de 1921; tenía 39 años de edad. Paralizado de la cintura para abajo, luchó con determinación para imponerse a la enfermedad y así, consiguió recuperar algunas de sus funciones motoras y, con ayuda de un par de muletas, andar.

Su estado físico le afectaba en lo anímico, por lo que mostrarse en público en silla de ruedas o en muletas no era una opción. Fue gracias a su altura lo que ayudó a dismiluar su situación, aunque en los pasillos de la política y la prensa del momento se sabía que la condición del demócrata no era la mejor.

Anteponiéndose a la situación, FDR se convirtió en gobernador de Nueva York en 1928. En paralelo, Estados Unidos se encaminaba a un evento de proporciones cataclísmicas que pusieron en jaque al Gobierno federal del republicano Herbet Hoover.

Victoria y Gran Depresión

Llamada popularmente como la Gran Depresión, la crisis financiera de 1929 puso de cabeza al sistema debido a la caída de la bolsa de valores de Nueva York, el martes 29 de octubre de 1929.

El Martes Negro desplomó los indicadores económicos y financieros de países grandes y pequeños. El caos en Wall Street tuvo un efecto dominó que hizo desaparecer aproximadamente US$50,000 millones.

Imágenes de una multitud en las calles de Nueva York en el Martes Negro

La crisis económica fue el caldo de cultivo perfecto para que Roosevelt trazara su futuro político hacia la Casa Blanca.

Con un nuevo capital político Franklin D. Roosevelt emprendió la osada empresa de conquistar a un electorado azotado por la crisis y el desempleo. Su as bajo la manga, un programa de recuperación económica de amplio alcance, el New Deal.

Las elecciones presidenciales del martes 8 de noviembre de 1932 tenían en la boleta a Roosevelt como candidato demócrata y a Herbert Hoover, por los republicanos. Más allá de los nombres, en la mente de los electores resonaba la palabra «crisis», que terminó por reflejarse en el resultado de la votación.

Con una mayoría aplastante, Franklin D. Roosevelt derrotó a su rival y se convirtió en el presidente 32 de los Estados Unidos.

En su discurso inaugural, el presidente Roosevelt hizo gala de su talante y visión de estadista:

«Esta gran nación resistirá como lo ha hecho hasta ahora, resurgirá y prosperará. Por tanto, ante todo, permítanme asegurarles mi firme convicción de que a lo único que debemos temer es al temor mismo, a un terror indescriptible, sin causa ni justificación, que paralice los arrestos necesarios para convertir el retroceso en progreso«, fueron parte de sus palabras en su discurso inaugural.

Información de la Casa Blanca da cuenta de que para marzo de 1932 había 13.000.000 de desempleados y las instituciones bancarias permanecían cerradas.

A su llegada al poder, Roosevelt propuso su plan de rescate al congreso, que lo aprobó para poner en marcha el programa de recuperación de empresas y la industria agricultora, entre otras acciones.

Para 1935, una nueva batería de propuestas fue implementada: seguridad social, impuestos más altos a los ricos, nuevos controles sobre los bancos y los servicios públicos y un enorme programa de ayuda laboral para los desempleados.

Guerra y cambio de rumbo

En septiembre de 1939, Alemania invadía Polonia y daba inicio formal a la Segunda Guerra Mundial en Europa. Al otro lado del Atlántico, FDR se encontraba inmerso en su segundo mandato presidencial.

Al inicio, su política exterior adoptó la neutralidad y transformó la Doctrina Monroe a una serie de acuerdos de acción mutua, sin participación militar.

Estados Unidos se mantuvo al margen de la guerra mientras veía a sana distancia cómo Alemania se abría paso por Europa. Sin embargo, la caída de Francia en manos enemigas en 1940 llevó a FDR a comenzar con el envío de ayuda humanitaria a su viejo socio y aliado: Gran Bretaña.

La guerra dio un vuelco a favor de los aliados, que sentían la presión del nazimo en el cuello cuando el 7 de diciembre de 1941, Japón asesta un duro golpe a la flota del pacífico de Estados Unidos en Pearl Harbor.

El ‘discurso de la infamia’ fue como se tituló su intervención ante el congreso estadounidense ese mismo día:

«(…) Los hechos de ayer y de hoy hablan por sí mismos. El pueblo de Estados Unidos ya se ha formado sus opiniones y comprendido bien las implicaciones para la vida y seguridad de nuestra nación. (…) Pido que el Congreso declare que desde el ataque no provocado y vil de Japón el domingo 7 de diciembre de 1941 existe el estado de guerra entre Estados Unidos y el Imperio japonés», FDR.

Con Estados Unidos de lleno en la guerra, Roosevelt cosechó una alianza política y militar con la Unión Soviética, particularmente con Stalin. Con el poderío militar estadounidense el ejército Rojo y los británicos, los aliados formaron un frente unido contra los países del Eje (Alemania, Italia, Japón).

Sus habilidades diplomáticas sirvieron para mantener los vínculos políticos con Winston Churchill, primer ministro de Reino Unido; y Stalin, en la Unión Soviética. El primer encuentro de estos tres titanes de la política ocurrió en la Conferencia de Therán a finales de noviembre y principios de diciembre de 1943, en la capital de Irán.

La conferencia de «Los Tres Grandes» decantó en una alianza de cooperación entre las tres naciones, luego de una serie de concesiones otorgadas a la URSS.

En la Conferencia de Yalta, celebrada en Crimea en febrero de 1945, los tres líderes volvieron a reunirse mientras la guerra se acercaba a su fin. Este encuentro es utilizado como referencia y punto de partida para lo que más tarde se conoció como la Guerra Fría.

Conferencia de Yalta

Posteriormente, la base de estos acuerdos, impulsados en buena medida por Roosevelt, fueron la base que puso los cimientos de la Organización de las Naciones Unidas.

El ocaso de un titán

El 12 abril de 1945, cinco meses antes de que los aliados se hicieran con la victoria en la Segunda Guerra Mundial.

Franklin D. Roosevelt, el único presidente en la historia de su país en haber ocupado la presidencia en más de tres mandatos, falleció a causa de una hemorragia cerebral.

El presidente que había llevado a su país a la guerra, no pudo ver en vida la victoria de los aliados y la concreción de su legado político.

Roosevelt es considerado como uno de los mejores presidentes en la historia de Estados Unidos.

Su liderazgo durante la Gran Depresión, la puesta en marcha del New Deal y la posterior entrada a la guerra le valieron el reconocimiento de propios y extraños dentro y fuera de su país.

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