Mientras el Vaticano se prepara para este momento trascendental del siglo XXI, la atención del mundo se centra en la Capilla Sixtina. Los 133 cardenales, con una mayoría de 107 designados por el papa Francisco, se encierran para dar inicio al proceso que definirá el nuevo papado. La pregunta que flota en el aire es si el próximo líder espiritual mantendrá el rumbo hacia una institución más inclusiva o si surgirá una figura que impulse un giro hacia posturas más tradicionales.
La composición actual del Colegio Cardenalicio sugiere una inclinación hacia la continuidad del proyecto de Francisco: una Iglesia que busca ser más inclusiva, priorizar a los más necesitados y abrirse al diálogo sobre temas sensibles. No obstante, la historia de los cónclaves nos recuerda su naturaleza impredecible.
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Los recientes ejemplos de 2005 y 2013, que concluyeron en apenas dos días, contrastan con el panorama actual, donde las marcadas diferencias doctrinales podrían extender las deliberaciones en busca del próximo líder de los 1,300 millones de católicos.
Francisco ha dejado una huella imborrable en la estructura de poder eclesial. De los 133 cardenales electores, el 80 % fueron creados por él. Esto incluye a la mayoría de los 23 representantes latinoamericanos, 17 africanos y 15 asiáticos —regiones prioritarias en su pontificado—.
Sin embargo, los números no garantizan resultados. En 2013, el entonces cardenal Bergoglio no era favorito, pero emergió como solución de consenso ante el estancamiento entre bloques. Hoy, los «cardenales francisquistas» no forman un monolito: algunos apoyan su agenda progresista, mientras otros, aunque nombrados por él, mantienen posturas más conservadoras.
La región que dio al mundo el primer papa hispanohablante en siglos llega a este cónclave con peso numérico pero sin candidatos fuertes. Los 23 electores latinoamericanos actuarán como «factores de equilibrio», pero es improbable que repitan el fenómeno Bergoglio.
Cuatro figuras clave marcarán la pauta:
Carlos Aguiar Retes (México, 75 años): Arzobispo primado de México, se posiciona como una de las figuras clave del cónclave de 2025. A sus 75 años, este experimentado pastor reúne las cualidades de un líder eclesial con amplio reconocimiento en el continente americano y una trayectoria que lo muestra como puente entre distintas visiones dentro de la Iglesia.
Su elección como presidente del Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM) para el período 2019-2023 demostró la confianza que sus pares depositan en su capacidad de conducción y diálogo.
Fernando Chomali (Chile, 68 años): el cónclave de 2025 debido a su estrecha alineación con el legado del papa Francisco. Nombrado arzobispo de Santiago en 2023 por decisión directa del pontífice argentino, Chomali representa la corriente más reformista dentro de la Iglesia chilena, tradicionalmente conservadora.
Su perfil combina un claro compromiso social con una notable capacidad de diálogo, características que lo han convertido en un posible candidato sorpresa para la sucesión.
Odilo Scherer (Brasil, 75 años): El cardenal brasileño Odilo Scherer, de 75 años, se perfila como una de las figuras más influyentes en el cónclave de 2025, representando el ala moderada dentro del Colegio Cardenalicio. Arzobispo de São Paulo desde 2007 y creado cardenal por Benedicto XVI ese mismo año, Scherer ya fue considerado seriamente como candidato al solio pontificio en el cónclave de 2013 que finalmente eligió a Francisco.
Su trayectoria lo muestra como un puente natural entre las distintas corrientes eclesiales, capaz de dialogar tanto con los sectores más progresistas como con los tradicionalistas.
Daniel Sturla (Uruguay, 65 años): El cardenal uruguayo Daniel Sturla, con sus 65 años, se presenta como una de las figuras más jóvenes y carismáticas entre los electores del cónclave de 2025. Arzobispo de Montevideo desde 2014 y creado cardenal por Francisco en 2015, Sturla ha logrado posicionarse como un líder eclesial capaz de conectar tanto con las generaciones mayores como con los jóvenes, combinando fidelidad a la tradición católica con una notable apertura a los desafíos contemporáneos.
Su relativa juventud y su estilo pastoral directo lo han convertido en un nombre recurrente en las listas de posibles candidatos al solio pontificio.
Dos veteranos, aunque sin voto, influirán en los pasillos:
Leonardo Sandri (Argentina, 81 años): Exnúmero tres del Vaticano y rostro de la Curia. Su red de contactos sigue intacta.
Francisco Javier Errázuriz (Chile, 91 años): Pese a su edad y su polémico rol en casos de abusos, su experiencia en el CELAM le da audiencia entre cardenales.
El cónclave de 2025 podría marcar un punto de inflexión histórico para la Iglesia Católica, con África y Asia emergiendo como continentes clave en la sucesión papal. Mientras Europa enfrenta un declive acelerado en la práctica religiosa y América Latina consolida su influencia como bloque cohesionado, son las iglesias del Sur Global las que muestran un dinamismo sin precedentes.
Este cambio demográfico y pastoral se refleja en la creciente relevancia de cardenales como Peter Turkson (Ghana, 76 años) y Luis Antonio Tagle (Filipinas, 67 años), cuyos nombres suenan con fuerza en las previsiones vaticanas.
El cardenal ghanés Peter Turkson encarna como pocos las esperanzas de una Iglesia africana que hoy crece a un ritmo del 2,1% anual, frente al estancamiento europeo. Expresidente del Pontificio Consejo Justicia y Paz y cercano colaborador de Francisco, Turkson combina una sólida formación teológica (estudió en Roma y Estados Unidos) con un profundo conocimiento de los desafíos sociales del continente.
Tras bambalinas, los cardenales debatirán cuatro ejes críticos:
Doctrina: ¿Mantener la apertura a divorciados y LGBT+ o retornar al conservadurismo?
Estructura: ¿Descentralizar la Iglesia como quería Francisco o reforzar Roma?
Escándalos: ¿Cómo restaurar credibilidad tras los casos de abusos?
Secularización: ¿Cómo frenar la hemorragia de fieles en Europa y América?
Las congregaciones generales previas —donde participan incluso cardenales sin derecho a voto— serán el termómetro de estas tensiones. Allí surgirán los nombres que luego se votarán en silencio.
El protocolo del cónclave es inmutable desde 1274:
Los cardenales entran en la Capilla Sixtina cantando el «Veni Creator Spiritus».
Cada mañana y tarde depositan sus votos en un cáliz de bronce.
Las papeletas se queman tras cada escrutinio: humo negro significa desacuerdo; blanco, nuevo papa.
A diferencia de lo que muestran las películas, no hay debates dentro de la capilla. El proceso es meditativo, casi místico. Los cardenales juran guardar secreto bajo pena de excomunión.
Continuismo (60% de probabilidad): Un papa afín a Francisco, probablemente no europeo, que profundice reformas.
Compromiso (30%): Un centrista que equilibre progresistas y conservadores. Scherer encaja aquí.
Sorpresa (10%): Un tradicionalista que revierta cambios, aunque el número de cardenales francisquistas hace esto poco probable.
Este cónclave decidirá si la Iglesia Católica se consolida como una institución del siglo XXI (más diversa, menos eurocéntrica y dialogante) o si da marcha atrás en las reformas. Con un colegio cardenalicio moldeado por Francisco, la balanza parece inclinarse hacia lo primero. Pero en la Capilla Sixtina, como bien sabe la historia, el Espíritu Santo siempre guarda alguna sorpresa.
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