La tensión entre China y Estados Unidos vuelve a escalar tras las recientes declaraciones del gobierno chino, que acusa a Washington de violar el consenso alcanzado el pasado 12 de mayo en Ginebra, donde ambas potencias acordaron una tregua arancelaria de tres meses. Según Pekín, desde entonces EE. UU. ha tomado una serie de medidas unilaterales que “socavan gravemente” los compromisos adquiridos.
Entre las acciones denunciadas se encuentran nuevos controles a la exportación de chips, la suspensión de ventas de software de diseño de semiconductores y la revocación de visados a estudiantes chinos, calificada por las autoridades del país asiático como una política “discriminatoria”. El Ministerio de Comercio de China señaló que estas decisiones afectan directamente la posibilidad de avanzar hacia un acuerdo comercial más amplio.
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En un contexto marcado por la desconfianza estratégica, el portavoz del Ministerio de Exteriores, Lin Jian, lamentó que Estados Unidos haya optado por medidas de “supresión extrema” en lugar de seguir la vía del “respeto mutuo” y la “consulta en pie de igualdad”. Añadió que “el uso de presión y coerción no es el camino adecuado para tratar con China” y exhortó a Washington a rectificar sus acciones para no quebrantar lo pactado.
Las tensiones se ven amplificadas por la caída de aproximadamente un 20 % en las importaciones estadounidenses de productos chinos durante abril, lo que refleja un deterioro en el comercio bilateral. Mientras tanto, las negociaciones permanecen estancadas, según admitió el secretario del Tesoro, Scott Bessent, quien sugirió que una llamada entre el presidente Donald Trump y su homólogo chino, Xi Jinping, podría reactivar el diálogo.
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El enfrentamiento va más allá de lo económico. Las relaciones diplomáticas y estratégicas entre ambas naciones continúan deteriorándose. Prueba de ello fue el reciente foro de seguridad Shangri-La en Singapur, donde altos funcionarios estadounidenses acusaron a China de intentar “alterar el equilibrio de poder en Asia”.
Por su parte, Pekín mantiene una postura firme pero abierta a la diplomacia, aunque subraya que no tiene información sobre una posible conversación entre los mandatarios. Mientras tanto, los mercados y actores industriales observan con cautela un conflicto comercial que impacta la cadena global de suministros y la industria tecnológica internacional.
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