Por: Carlos Arturo Guisarre
Ante las autoridades monetarias y financieras, los préstamos para vehículos están clasificados como créditos al consumo. Es lógico, puesto que la ‘yipeta’ de traslado familiar no tiene el mismo potencial financiero que una casa o una maquinaria para coser zapatos, pero creo que todos estaríamos de acuerdo en que no es lo mismo pedir prestado para un carro que para un viaje a Corea del Sur (y miren que es bonito Corea del Sur).
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Considero radicales a quienes aconsejan comprar carro sin ningún tipo de deuda. Es cierto que estos “bienes muebles” se deprecian justo con el primer rayo de sol, pero la comodidad y bienestar que provee un medio de transporte propio, en mi opinión, amerita una excepción a la regla de solo endeudarnos por activos. Del mismo lado, quien ha probado el transporte público de Santo Domingo difícilmente considere un lujo ser dueño de un vehículo.
Entonces, a la pregunta de si vale la pena adquirir una deuda por un vehículo, mi respuesta es sí. Sin embargo, no vayas tan rápido por la autopista de los financiamientos al 11 % anual y dealers con un merchandising cada vez más elegante, conversemos primero.
Elige el vehículo que puedas pagar y mantener. Cuidado con el criterio de querer impresionar a los amigos o al vecino. En muchos lados el carro es un símbolo de status, el primer elemento que comunica nuestra posición socio-económica y el único para algunas personas. Por esto ante facilidades de financiamiento quizás nos montemos en esa ‘yipeta’ cuyo consumo de gasolina no podemos mantener, sin entender que el juego de neumáticos vale el doble que los de un sedán.
El préstamo no lo es todo. Junto con la mensualidad bancaria viene la exigencia de mantener un seguro de pérdida total o seguro ‘full’. También, si compraste un cero kilómetros, el concesionario solo te garantiza la compra si te comprometes a cumplir con un programa de mantenimiento y chequeos. Debes saber cuánto te cuesta, antes de montarte.
Menos tiempo, menos riesgo. A mayor tiempo del préstamo, mayor margen tiene la entidad financiera para subir la tasa. También los seguros ‘full’ aumentan su precio con el tiempo. Ahorra tanto para el inicial de modo que te endeudes menos, como después de adquirido el vehículo para que pagues más rápido.
Seguimos. ¿Es mejor nuevo o usado?
El vehículo nuevo tiene sus ventajas. Está garantizado, elemento muy importante ante el riesgo de que compres “gato por liebre”. El cero kilómetros en teoría va menos al taller y tiene menos probabilidades de dejarte tirado en la Autopista Duarte, a la altura de Villa Altagracia, a las 11:30 de la noche. Igualmente, los seguros tienen mejores pólizas. Sin embargo se deprecia de inmediato en relación a la “inversión inicial” y paga más de placa y marbete. Sin contar con que es hijo del concesionario hasta el final de la garantía y, dependiendo de la marca, más allá.
El usado, como de cuatro o cinco años, cuesta mucho menos, por lo que desde un punto de vista contable, con la amortización, pagas menos al año por la misma facilidad de moverte. No obstante, las tasas de préstamos son más altas, cuenta con mayores riesgos mecánicos y recibe menor benevolencia de los aseguradores. Debes verificar, con esta información, qué te conviene más.
Si tienes carro, conduce con libertad, pero respetando las leyes de tránsito.
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